El Chulla Quiteño
El término chulla según el diccionario de Real Academia de la lengua es un quichuísmo, un ecuatorianísmo que significa sin valor, sin su par, o que se queda solo pero; en el argot popular significa único. El Chulla fue un mestizo de clase media, se escudó en la apariencia de caballero elegante aunque poseyera una única parada que consistía en un terno oscuro, sombrero ladeado, camisa y corbata, una flor en el ojal y zapatos brillantes que religiosamente se hacía lustrar cada mañana en la Plaza Grande.
En 1958, Jorge Icaza publicó su novela “El Chulla Romero y Flores”, allí se podía diferenciar dos clases de chullas: El Chulla medio que procedía de círculos sociales que habían perdido poder y era experto en explotar a los chagras (provincianos), era un señorito venido a menos que declaraba beber copiosamente y no embriagarse y era experto en “viejas con plata”, además de ser buen trompón; en tanto que el Chulla netamente popular, que la clase media, lo miró con desprecio por sus dotes de seductor, fue el arribista social que se caracterizaba por que sus actos ilícitos o engañosos eran mayores por su precaria situación económica
Iconoclasta por vocación, se opuso a todo gobierno, su refinada sal quiteña, le permitió ser un crítico mordaz de los políticos sin llegar a la injuria y con su chispa, humor negro, ironía y sarcasmo fue un as, para poner acertados motes a conocidos y vecinos, observando sutilmente las características físicas de agraciados y desgraciados
Incumplido y plantilla como él solo, para él la puntualidad es una falta de respeto, no llega puntual a la cita ni con su amada, peor a la casa después de una noche de bohemia: “Marujita, si no llego hasta las seis de la mañana, cerrarás nomás la puerta”. El Chulla Quiteño inventó la hora ecuatoriana, aquí no se vive a prisa como en las grandes capitales del mundo ya que en Quito hasta el tiempo es de segunda mano.
Caballerísimo es el cinismo del Chulla, capaz de llamar por teléfono a su amigo y decirle: “ Hola fulanito, estoy con tu novia entre sábanas, pero no es lo que te imaginas”, es también fabulador, capaz de sostener que en su árbol genealógico, caben desde seres mitológicos, héroes de la república y matronas de abolengo. Inventa viajes a países exóticos en compañía de artistas, escritores y estrellas de cine como Sophía Loren, a quien invintó a tomar un coñac en algún café de París.
Gracia desparpajo, gestualidad, inflexiones de voz, hicieron que la mentira, tantas veces repetidas por el Chulla se vuelva creíble, anécdota o leyenda. Sus dotes histriónicas, de poeta, recitador, amante del pasillo y la serenata, hizo que aun la situación más ridícula o absurda se torne graciosa mediante el recurso de la imaginación para embromar a la tragedia, por eso de que soñar no cuesta nada y alegra la vida. El chulla quiteño fue actor, bufón farsante, burlesco, asiduo a la cantina, tahúr y jugador de cuarenta, escamoteaba a los acreedores y presumía de bonanza, fue el alma de la fiesta por su carácter afable, por sus ocurrencias, por sus dichos que construía espontáneamente.
Fungía de mago, afirmaba ser astrólogo o adivino y cuando era necesario convertirse en un anfitrión espléndido su lema era, que sufra la plata (mejor sí es de otros) pero no el cuerpo. No persiguió la gloria o la fama ni el status social. Adquirir un empleo fijo, matrimoniarse con alguna dama de teneres o el aumento de las rentas, lo hacía perder la calidad de Chulla.
El término chulla según el diccionario de Real Academia de la lengua es un quichuísmo, un ecuatorianísmo que significa sin valor, sin su par, o que se queda solo pero; en el argot popular significa único. El Chulla fue un mestizo de clase media, se escudó en la apariencia de caballero elegante aunque poseyera una única parada que consistía en un terno oscuro, sombrero ladeado, camisa y corbata, una flor en el ojal y zapatos brillantes que religiosamente se hacía lustrar cada mañana en la Plaza Grande.
En 1958, Jorge Icaza publicó su novela “El Chulla Romero y Flores”, allí se podía diferenciar dos clases de chullas: El Chulla medio que procedía de círculos sociales que habían perdido poder y era experto en explotar a los chagras (provincianos), era un señorito venido a menos que declaraba beber copiosamente y no embriagarse y era experto en “viejas con plata”, además de ser buen trompón; en tanto que el Chulla netamente popular, que la clase media, lo miró con desprecio por sus dotes de seductor, fue el arribista social que se caracterizaba por que sus actos ilícitos o engañosos eran mayores por su precaria situación económica
Iconoclasta por vocación, se opuso a todo gobierno, su refinada sal quiteña, le permitió ser un crítico mordaz de los políticos sin llegar a la injuria y con su chispa, humor negro, ironía y sarcasmo fue un as, para poner acertados motes a conocidos y vecinos, observando sutilmente las características físicas de agraciados y desgraciados
Incumplido y plantilla como él solo, para él la puntualidad es una falta de respeto, no llega puntual a la cita ni con su amada, peor a la casa después de una noche de bohemia: “Marujita, si no llego hasta las seis de la mañana, cerrarás nomás la puerta”. El Chulla Quiteño inventó la hora ecuatoriana, aquí no se vive a prisa como en las grandes capitales del mundo ya que en Quito hasta el tiempo es de segunda mano.
Caballerísimo es el cinismo del Chulla, capaz de llamar por teléfono a su amigo y decirle: “ Hola fulanito, estoy con tu novia entre sábanas, pero no es lo que te imaginas”, es también fabulador, capaz de sostener que en su árbol genealógico, caben desde seres mitológicos, héroes de la república y matronas de abolengo. Inventa viajes a países exóticos en compañía de artistas, escritores y estrellas de cine como Sophía Loren, a quien invintó a tomar un coñac en algún café de París.
Gracia desparpajo, gestualidad, inflexiones de voz, hicieron que la mentira, tantas veces repetidas por el Chulla se vuelva creíble, anécdota o leyenda. Sus dotes histriónicas, de poeta, recitador, amante del pasillo y la serenata, hizo que aun la situación más ridícula o absurda se torne graciosa mediante el recurso de la imaginación para embromar a la tragedia, por eso de que soñar no cuesta nada y alegra la vida. El chulla quiteño fue actor, bufón farsante, burlesco, asiduo a la cantina, tahúr y jugador de cuarenta, escamoteaba a los acreedores y presumía de bonanza, fue el alma de la fiesta por su carácter afable, por sus ocurrencias, por sus dichos que construía espontáneamente.
Fungía de mago, afirmaba ser astrólogo o adivino y cuando era necesario convertirse en un anfitrión espléndido su lema era, que sufra la plata (mejor sí es de otros) pero no el cuerpo. No persiguió la gloria o la fama ni el status social. Adquirir un empleo fijo, matrimoniarse con alguna dama de teneres o el aumento de las rentas, lo hacía perder la calidad de Chulla.
Manual del perfecto tunante
Dar posada al desnudo.
Desvalijar al peregrino.
Dar consejo al sediento.
Enseñar a beber al que no sabe.
Estimular al que yerra.
Olvidar a los acreedores.
Perdonar a los diputados,
por que no saben lo que dicen.
Simón Cárdenas.
Para ser mi amigo exijo
Que alguna vez haya escrito un soneto o un poema aunque sea malo.
Que en algún libro conserve una flor disecada y un retrato femenino en el bolsillo, junto al corazón.
Que haya cultivado el espíritu de una mujer joven y bonita, sin importar después, que haya sido desdeñado, abandonado y olvidado.
Haber prendido un cirio, no ante una virgen de palo o de piedra, sino ante una virgen de carne como es lo natural.
Estar siempre dispuesto a jugarse la vida por un ideal, con ánimo decidido, sin esperar nunca la mejor compensación
Que si hay que elegir entre lo moral y lo inmoral no dude y elija lo que es siempre estético.
Que tampoco le importe ni la victoria ni la derrota, sino l lucha, por lo que tiene de creadora.
Para ser mi amigo exijo
Que alguna vez haya escrito un soneto o un poema aunque sea malo.
Que en algún libro conserve una flor disecada y un retrato femenino en el bolsillo, junto al corazón.
Que haya cultivado el espíritu de una mujer joven y bonita, sin importar después, que haya sido desdeñado, abandonado y olvidado.
Haber prendido un cirio, no ante una virgen de palo o de piedra, sino ante una virgen de carne como es lo natural.
Estar siempre dispuesto a jugarse la vida por un ideal, con ánimo decidido, sin esperar nunca la mejor compensación
Que si hay que elegir entre lo moral y lo inmoral no dude y elija lo que es siempre estético.
Que tampoco le importe ni la victoria ni la derrota, sino l lucha, por lo que tiene de creadora.
Carlos Canela Andrade
José Villarroel Yanchapaxi
No hay comentarios:
Publicar un comentario