miércoles, 24 de septiembre de 2008

La viveza criolla


La viveza criolla está presente en todos los grupos étnicos y estratos sociales de la población ecuatoriana. Es un hábito heredado de los procesos de conquista, colonización, aculturación y transculturación. Actúa inconscientemente y denuncia la individualidad y el egocentrismo que hace percibir al Otro como un rival a vencer al que hay que destruir y no como un compañero o un colaborador, de lo contrario se corre el riesgo de que “te serruchen el piso”. La viveza criolla, es sinónimo de picardía, engaño, facilismo y mediocridad.
Dice un refrán popular: “El vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo”. Para obtener un empleo, un cargo público o para ser promovido hay que tener influencias y compadrazgos porque: “Uno se bautiza si tiene padrinos”.
La famosa “hora ecuatoriana” es una justificación del incumplimiento, de la improvisación y de la irresponsabilidad por que en el Ecuador, cumplir con la palabra empeñada es casi imposible.
Ser o parecer “vivo”, significa ser pilísimas, astuto, sabido. Expresiones como: “Aquí puse y no aparece”, “vuelva mañana”, “no hay sistema”, “Profesor, me he olvidado el deber, mañana le traigo”, “yo no se, así mismo estaba”, etc, develan nuestra forma de actuar y pensar cotidianos.
Que no se cobre lo justo y se dé el vuelto, que se redondeen las tarifas de los servicios básicos, que si se manda a reparar un artefacto y sea devuelto sin piezas y la próxima semana ya no funcione, es ser sapo. Que los políticos se cambien de camiseta en época de elecciones declarándose independientes y reclamen a los ciudadanos valores que ellos han perdido hace tiempo y que hagan tabla rasa de la Constitución o actúen por sus propios intereses y no los del colectivo, que haya sobreprecio en los contratos de las obras y que construyan con materiales de mala calidad, etc, que trafiquen influencias, que politicen la justicia, no es más que una de las tantas facetas de la ley del menor esfuerzo, el cohecho, la impunidad y la corrupción.
Solo viendo al Otro y haciéndolo sentir importante, involucrándolo en la toma de decisiones y acciones, actuando franca y honestamente sin prejuicios, con la convicción de que el Otro es fundamental para el éxito de una empresa, (de la naturaleza que sea), cambiando nuestra forma errónea de percibir al Otro podremos hablar de una transformación revolucionaria, solo así tal vez empecemos a reconocernos como ecuatorianos.
José Villarroel Yanchapaxi

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