miércoles, 24 de septiembre de 2008

Requiem por la cantina


“Nací parrandero, bohemio y galán
mi vida es alegre...
¡Yo soy bien bacán! ”


“La nostalgia nos invade cuando el hecho que la motiva es irrecuperable o irremediable” apunta Alfredo Brice Echeanique en “Permiso para sentir”. Algo así le debe acontecer a este chagra quiteño nacionalizado (hace 18 años ya), hincha del Aucas, fanático de los toros populares antes que a la Feria Jesús del Gran Poder, enamorado del barrio la Floresta y visitante de cantina en busca de la buena bohemia.
En sus inicios la cantina fue un sitio a donde acudían, terminada la jornada laboral, peones, albañiles y aún el maestro mayor, para hacer una parada y tomarse una “blanca con cola”, la cual consistía en un cuartillo de aguardiente (la medida de lo que hoy se llamada cola personal) mezclada con Buzz o Seven Up. Luego de terminada la dosis los obreros de la construcción se retiraban a sus aposentos. Allí se originó “la copita del estribo” tomada antecito de la despedida
La cantina o “la oficina” (como la bautizara algún anónimo licenciado) fue la trastienda o la picantería. En la cantina de antaño, se congregaban políticos, empleados públicos y judiciales para tertuliar acerca de la política nacional, además de compositores, poetas y músicos que brindaban poesías y cantares como consta en el cancionero popular ecuatoriano.
Frente a una cerveza o aguardiente, la música ecuatoriana cantada por Carlota Jaramillo, los Hermanos Villamar, la Hermanas Mendoza Suasti, Julio Jaramillo y etc, etc., sonaba a raudales en la rockola, un armatoste en que se podía elegir un acetato de 45 revoluciones por minuto al precio módico de un Sucre, en tanto las anécdotas iban y venían, florecían los apodos, los cachos (sin alucinaciones personales) y las partidas de cuarenta.A mediados de la década de los 80, con el grupo Saquisilí, tocábamos en Ñucanchic Peña, Dayumak, Raíces Andinas, la Lira Quiteña de Lida Uquillas, la Peña del Pasillo del desaparecido Pepe Jaramillo, entre otras. De algún modo, la clásica cantina se había mudado a la Peña (originaria de Chile, Isabel y Angel Parra y el Frente de Unidad Popular). Allí se tocaba en vivo música folklórica latinoamericana y los intelectuales de izquierda, brindaban con aromáticas jarras de guayusa.
A inicios de la década de los 90, época de mis estudios de Psicología Clínica (Psicología Cínica, decían mis contertulios) en la PUCE, asistía a los San Viernes del “Galpón del Estudiante” situado en los linderos de la Universidad Católica y la Politécnica Nacional. Allí los futuros Tecnólogos, guayperos e Ingenieros de Minas y Petróleos, se enfrentaban denodadamente para ver quien resolvía más rápido que inmediatamente los problemas de cálculo, álgebra o trigonometría, apostando sendas jabas de bielas.
En “Las Fritadas”, situada en plena Avenida 12 de Octubre, frente al alma mater de los jesuitas y regentada por Lucho Méndez donde se ofrecía suculentos platos de fritada, cueritos reventados al dente en paila de bronce, el mote con chicharrón, y las consabidas “frías”, los profesores de Ciencias Humanas, Filosofía, Psicología y Teología, solían impartir clase a sus alumnos. Lucho Méndez decía que allí se hacía el más prestigioso postgrado, el de la Universidad de la vida y gradúo y sin pagar harto cushqui.
Otra aposento de grata recordación fue el bar “Carrión” que quedaba en la mentada Avenida 12 de Octubre y Carrión y que durante 35 años, sirvió a la juventud estudiosa y a los “intelectuales de tóxico seco”. Era el sitio predilecto de los burócratas de la Dirección de Rehabilitación Social, de la DINAPEN y de la Superintendencia de Compañías, además de los estudiantes politécnicos, chatoleís y salesianos. La particularidad de esta cantina era que al fondo, Doña Blanquita, había adecentado un rinconcito al cual los bohemios llamábamos la “Aula Magna” por ser destinado para quienes demostraban y cultivaban la cultura etílica.
Actualmente, las cantinas se han transformado en Pubs, cerveceros, salones de comida chatarra, karaokes donde los viandantes purgan su frustración de cantantes, bailaderos de regueton, lugares individualistas e impersonales en que la comunicación está vedada.
Escribo este réquiem por la cantina sentado en “El Ajicero”, una cantina virtual gerenciada por una maestra velasquista y fiel lectora de Opción, Doña Zoilita a propósito de que Quito, cumple no sé cuantos años de fundación española, y alzo mi vasito de cerveza para brindar.
¡ Viva el Quito de los chagras nacionalizados!
José Villarroel Yanchapaxi

No hay comentarios: