miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿Espacio público o ciudad turística?


Históricamente, muchas ciudades latinoamericanas impusieron desde el poder político y económico criterios estereotipados de segregación espacial, mediante la cual restringieron el acceso del ciudadano a ciertos lugares al considerar que por su origen étnico, o su clase social, no estaban capacitados para ocupar ciertas áreas de la urbe. Aquello se ha vuelto a reactualizar con los supuestos eficaces programas de cultura ciudadana, las políticas de promoción de ciudades como Guayaquil o la recuperación del Centro Histórico de Quito.
La ciudades latinoamericanas son una especie de embrollo entre la modernidad y la postmodernidad a las que han accedido a medias, son ciudades que se inventan y reinventan a partir del espacio público, que, en mi apreciación, es ese espacio vacío que emplaza o espera frecuentemente a ser colmado con la participación del ciudadano, sea para luchar por sus reivindicaciones sociales, para expresarlas o para aliviar las tensiones de la vida cotidiana; pero también y sobre todo es el lugar del reconocimiento, de la adscripción o acercamiento al Otro, de la creación de sentidos identitarios y donde se recrea simbólicamente la realidad.
En el caso de la capital ecuatoriana, es de notar que existe un muro imaginario entre los pobladores del Norte y los del Sur, lo cual ha provocado una rivalidad soterrada en las formas de percibir la ciudad. El casco colonial, en el imaginario urbano, es considerado como una entidad en sí misma, un referente simbólico de la quiteñidad, más no del sentido de pertenencia.
La tendencia actual arquitectónica y urbanística considera a la ciudad como una empresa. El discurso de la globalización y la descentralización abocó a la redefinición del papel del Estado frente a la ciudadanía, asì como de los conceptos de la ciudad misma y el espacio público. El Estado parece estar relegado a segundo plano, tomando fuerza el rol de las municipalidades y los poderes locales, a la vez que se hacen cada vez mas evidentes la violencia y las contradicciones sociales entre quienes tienen interés por preservar el ambiente histórico y los que buscan convertirlo en un sitio comercial. Desde el ciudadano común, la defensa del espacio público se torna en una más de sus reivindicaciones sociales.Las ciudades turísticas como las europeas, privilegian las relaciones de paso, en ese contexto la interacción no es más que la afirmación de la individualidad y el anonimato de las sociedades industrializadas y desarrolladas, los actores conviven o perviven en tanto consuman el copyright de Macdonalds, Coca-Cola, Pizza Hut y hoteles de cinco estrellas. En la ciudad turística, el espacio público está privatizado, el colectivo está desdibujado, deleznable y apático. El turista ya no se reconoce porque su mirada està coptada por el museo o el monumento, por el destino turístico que consta en la travel guide o por lo que “recomiendan ver” las agencias de viaje. Paradójicamente, la ciudad turística es deshabitada porque el ciudadano que reside, vive o trabaja en la ciudad turística es visto por el extranjero como exiliado en su propia ciudad, un visitante más.
Las políticas culturales de la ciudad turística va encaminada a privatizar el espacio público, tal como a corto plazo sucederá con el Centro Histórico de Quito, esa zona será la ciudad que se mostrará al turista o a los mismos connacionales, en una especie de “pague por ver” como en el TV Cable, en contraste esa “otra ciudad”, la que carece de servicios básicos, no será mostrada porque aquello significaría develar que el llamado reordenamiento urbano no ha sido tan exitoso como pregona el alcalde Paco Moncayo en costosos spots publicitarios en la televisión.
Es de prever que el ciudadano común solo podrá entrar a la Catedral, la Compañía o San Agustín en horas del oficio religioso, de lo contrario deberá pagar un boleto para ver las magistrales obras de los artistas quiteños, convirtiendo así a los templos en un negocio de anticuario más, o tendrá que contentarse con ver detrás de las vidrieras còmo los turistas toman café en los café-nets o las galerías de arte porque los precios serán prohibitivos. Nada raro sería que reubiquen a los jubilados de la Plaza de la Independencia o a los mendigos porque afearían el paisaje.
Karl Marx advertía que solo mirando la génesis del fetichismo de la mercancía se permitirá descubrir los sistemas sociales económicos y culturales, el poder, las jerarquías, los juegos de intereses que intervinieron para producirla ya que ésta, en tanto producto terminado, no permite apreciar còmo fue fabricada.
Queda flotando en el ambiente una pregunta: ¿Cuáles son los grupos de poder económico y empresarial, las
José Villarroel Yanchapaxi

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