miércoles, 24 de septiembre de 2008

Machismo, machos y caballeros


El machismo como forma de pensar y de actuar es uno de los rezagos negativos de la conquista, no es privativo del Ecuador y América Latina. En algunos países europeos, asiáticos y en los Estados Unidos son cotidianas las formas de comportamiento del macho agresivo, fanfarrón y bravucón, que reivindica su virilidad considerando a la mujer como su propiedad privada a la que puede hacer víctima del maltrato físico, psíquico y sexual.
En el Ecuador, en tiempos de la Colonia y hasta hace muy poco, la cultura de conventillo y confesionario, la doble moral católica, concebía que un delito moral cometido por un hombre no tenía la misma dimensión que el de la mujer. Su tarea era la de embellecer su cuerpo, prepararse para ser madre de familia y las labores domésticas. Esta realidad ha cambiado parcialmente en la actualidad, lo cual coloca a la dominación del macho bajo nuevos parámetros. La mujer se ve abocada a ser buena esposa madre y profesional, sujeta a los dictados de la moda y el consumo, pero sigue siendo la responsable del cuidado y la crianza de los hijos. “La mujer es de la casa, el hombre es de la calle”. El machismo resulta ser un círculo vicioso que va recreando los roles asignados y desvíos de la sociedad.
Sigmund Freud solía afirmar que las neurosis se producen en la etapa infantil por una mala resolución del Complejo de Edipo. En mi concepto, el machismo es una de las neurosis contemporáneas que tiene componentes psíquicos estructurales histórico-culturales. El machista tiene necesidad de afirmar por medio de la violencia y la dominación su identidad sexual no resuelta del todo, inconscientemente teme ser un homosexual y por eso siente que los trasvestis o los gays son enemigos a los que hay que eliminar. El machista sufre de “mamitis” aguda, para él la virginidad es un valor, aunque no lo declare abiertamente. Su cuadro familiar frecuentemente tiene la presencia de una madre sobreprotectora y/o autoritaria y una figura paterna débil y desautorizada.Ha perdido la capacidad de amar, de reconocerse en y por el Otro, es narcisista y se cree autosuficiente. Confunde sexualidad con sexo o reproducción, no reconoce que masculino y femenino son dos instancias contrarias pero complementarias del ser humano, que en el reino animal (del cual él forma parte) la diferencia anatómica, la posesión del pene (falo) o miembro viril no es mas que asunto de anatomía que la naturaleza proveyó para la conservación de la especie humana. Ignora que constitucionalmente ser macho equivale a tener un cromosoma XY y que la hembra tiene un cromosoma XX y que cada uno aporta con 24 pares de cromosomas y que dan una totalidad de 48, que es la información genética que lleva el embrión humano que más tarde se transformará en bebé.
La dependencia económica y emocional, las relaciones patológicas sadomasoquistas son solo una de las causas de la conducta machista. A veces la excusa para que una mujer soporte a un hombre machista es la seguridad económica y los hijos, lo que quiere decir que el machismo está presente en todas las clases sociales, desde las más altas hasta las más bajas, sólo que unas lo soslayan más que otras.
Es en el espacio de la familia como representante de la sociedad que esta conducta se incuba, la culpa no es solo del hombre o de la mujer es también del Estado, de las instituciones educativas y legislativas, de la falta de campañas de información que promuevan los derechos de los niños y las mujeres por medio de “Escuela para Padres”, por ejemplo.
Detrás del macho que no actúa por la razón sino por la fuerza, que es “El que tiene los pantalones bien puestos y buen puñete”, “ El hombre de la casa”, “El no mandarina”, se esconde el caballero del amor cortés. Ser caballero en la sociedad ecuatoriana no es más que una máscara detrás de la cual se esconde el macho que cree que ser “proveedor” le exime de ciertas responsabilidades para con su hogar y que le habilita para tener relaciones extramatrimoniales, sin paternidad responsable y que ser macho es sobre todo ser un semental.
“¡Aunque pegue, aunque mate, marido es!”.
José Villarroel Yanchapaxi

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